9.28.2008

CADÁVER EXQUISITO. [texto colectivo]

MEMORIA. CLÍNICA 1. Coordinadora: Andrea Ferreyra.
(sitac)
Clínica. (Del lat. clinĭce, y este del gr. κλινική, de κλίνη, lecho).1. f. Ejercicio práctico relacionado con la observación directa del paciente y con su tratamiento. Un tratado de clínica.
Parece que este año el Simposio Internacional de Teoría y Arte Contemporáneo (SITAC), se volvió no sólo un foro que reúne a artistas y teóricos que especulan sobre un mismo tema, sino que tuvo la iniciativa de convocar a otros artistas e interesados para volverse un contenedor más directo de las preguntas y respuestas que muchas veces se pierden o se dejan de decir en las conferencias magistrales. Este grado de “realidad”, le da más fuerza a un foro que se preocupa por traer a México las reflexiones del arte contemporáneo que se están gestando actualmente en el mundo. Coincide, primeramente, la inquietud de reflexionar, o al menos detenerse a pensar un rato, acerca de lo que pasa con el arte que se dice enredado en una problemática semántica suicida en la que se observan vicios y esquemas/instituciones incapaces de ir al ritmo contemporáneo. Un doble juego de invisibilidad se construye entre la incapacidad del sistema para captar tales actividades culturales no avaladas e invisibles y la conveniencia de éstas por permanecer en tal estado de transparencia. Esto asegura su existencia libre y no mediada. ¿Qué más nos ofrece hoy la industria cultural sino es la mediación y la conversión de nuestro trabajo en capital? Se abre entonces un paréntesis para ver si queda algo entre tanta desidia o si mejor nos retiramos del oficio. Que si la clínica es entendida como lo explica Foucault, como este espacio donde el ejercicio de intervenir en el “paciente” sirve como ejercicio de aprendizaje y experimentación en el sentido de vivir la experiencia real de la práctica, abordándola desde un tipo de visión activa que Foucault llama “mirada”, esta mirada nos ayuda a hacer una revisión más integral de nuestro papel en esta práctica artística. Se quedó colgada en la memoria una frase referida por el investigador Oliver Marchart en la conferencia de la tarde del primer día. Ésta decía que exhibir era distinto de exponer. Cuando exhibes tan sólo muestras de manera pasiva una obra. Cuando expones, a la vez estás definiendo una postura, tu postura frente al mundo o los muchos mundos y sus políticas. ¿Mostrábamos o establecíamos una postura? Probablemente, en la frontera de esas dos nociones, nuestros quehaceres se observaron frente al espejo, pues nuestras preocupaciones estaban reflejadas en la obra de otros. En la reunión se gesta la complicidad casi naturalmente. Abrirse y exponerse a miradas ajenas, primero nerviosa y tímidamente, deviene en diálogo de-constructivo y crítica constructiva… se cruzan palabras, dudas, miradas (algunas más cercanas), encanto, admiración y muecas diversas. En el entronque uno localiza los caminos posibles. Intercambio de sentidos, como en aquel cuento de Italo Calvino en el que los viajeros mudos se encuentran en un castillo para contarse, por medio de las imágenes del tarot, sus distintas historias. Así, las dispersiones se convirtieron en coincidencia, en tanto las imágenes se sucedían una detrás de la otra, a lo largo de las tres intensas sesiones. Cada una de las obras mostradas ahí, en la pantalla electrónica del espacioso salón del Centro Cultural Tecolote, señalaba una manera de interpretar el mundo. Imágenes transformadas en ideas que daban fe de las mutaciones en la comprensión de los participantes: una representación poco a poco convertida en acción inserta en los distintos entornos en los que cada quien trabaja… Artistas casi todos… Distintas edades… Del DF / Tijuana / Oaxaca… La discusión se fue desarrollando en base a las presentaciones. Hubo aumento de confianza y actitudes abiertas, sin juzgar, pero sí se cuestionaba. Sin presumir y sin competir. Saber que se está ahí para intercambiar opiniones, escuchar y ser escuchado, ya es algo bueno, generalmente no se tienen estas oportunidades para conocer el trabajo de otros artistas, sus motivaciones y preocupaciones. Brotó no sólo la particularidad de las propuestas, sino, mejor aún, una red de hilos invisibles que se estrechan en todas direcciones; algunos desde la gestión cultural, otros desde el pensar –lo tautológico-, otros desde la producción más o menos objetual, de manera individual o colectiva. También se cuestionaron los mecanismos actuales de distribución de obra, las actitudes a las que se someten los propios artistas al enfrentarse a ciertas normas de legitimación, demasiado conocidas, solidificadas y apoyadas por las grandes instituciones. En la clínica hubo principalmente colectivos que hablaron de sus propios proyectos y plantearon distintas metodologías, métodos de trabajo y las dificultades a las que se enfrentan. Lo que emerge de este tipo de práctica es una nueva definición de arte como laboratorio móvil y teatro experimental para investigar e instigar el cambio social y cultural; se convierten en elementos de un dispositivo para la articulación de una enunciación colectiva. Es ahí donde yace todo el interés y toda la pasión del dispositivo artístico. El lugar donde se pueden observar los principales resortes del comportamiento social está en el corazón del proceso de producción. La experimentación de este tipo implica una incertidumbre flotante, que no disminuye sino que aumenta de acuerdo con la sofisticación de los recursos tecnológicos, discursivos, artísticos y científicos que se convocan para estructurar los proyectos. ¿Acaso no es el arte un reflejo preciso de (macro y micro) estructuras colectivas establecidas en la plataforma social del occidente? ¿No se desarrolla en los mismos términos que otros rubros de las sociedades modernas (la economía, la política, la comunicación)?
El trabajo realizado en la clínica logró establecer una confrontación entre los, llamémoslos ahora, contrincantes del juego. No necesariamente contrincantes para determinar a vencedor alguno, aunque no podemos negar que hubo momentos clímax, más bien contrincantes en el sentido de reales contrarios, de hombres y mujeres de carne que se plantaron uno frente a otro para que, de ese modo, entre ellos, surgiera un ámbito alrededor del cual se reunían. Al ámbito lo podemos llamar arte. Lo maquillamos con un aire de ausente. Y éste sólo surgió cuando logramos vislumbrar la diferencia que el asunto conlleva. La obra de arte, de haberla, no surge siempre cuando vamos a las exposiciones y miramos sin hablar, sino más de las veces, cuando un grupo se reúne alrededor de sí para hablar de ella. Las preguntas y los comentarios funcionaban como empuje positivo al otro artista a definirse, a seguir sus ideas y llevar sus proyectos más allá (a ser consecuente), a animarlo mas que aplastarlo. Creo que todos los proyectos, ya sea de forma consciente o inconsciente, buscaban la provocación en el otro, entendiendo éste en sus diferentes escalas y/o niveles de significado que para cada creador es el “otro”, como los proyectos que afectan de manera más íntima y personal, los que buscan grupos más complejos a los cuales intervenir y otros de incidencia social y política que se inscribe en una escala mayor. Nos faltó tiempo para desarrollar la discusión, pero una cosa que quedó bastante clara es que, con o sin el tema de las instituciones y su función, los artistas seguiremos creando.
Ya que somos creadores y no principalmente teóricos, tenemos la necesidad de dar el paso de las ideas a la acción. Incluso en muchos casos las ideas nos vienen de la acción y no al revés. Y por eso funcionó muy bien comenzar por presentar nuestros proyectos y discutir en base a eso. Es conveniente juntarse con otros artistas, quizás porque se trata de la comunicación entre grupos, más que entre individuos.
En la actualidad se habla de un cierto desconcierto sobre los paradigmas y la ilusiones en el arte contemporáneo. Durante el SITAC, la conferencia que más me interesó fue la de Yvonne P. Doderer, esta pensadora alemana, habló de las leyes del mercado que tiranizan los discursos artísticos, de la búsqueda, por parte de los artistas, para ser aceptados dentro del sistema, del conformismo generalizado pero incluso, también de los propios teóricos y pensadores del arte contemporáneo. Su extraordinario discurso planteaba, desde múltiples ángulos, una situación un tanto desoladora en torno al mundo cultural contemporáneo. Quizá por todo lo que ella dijo y yo no sé explicar con detalle, pienso que las pláticas, debates, y puesta en común que realizamos el pasado enero durante las clínicas que tuvieron lugar paralelamente al SITAC son necesarias. Estos foros aparecen como un lugar de debate y discusión imprescindibles para afianzar las relaciones entre artistas y pensadores, son un espacio de discusión donde tener acceso a otro tipo de discursos que no tienen cabida en el mercado comercial del arte o en los circuitos convencionales de producción y distribución de las prácticas artísticas.
La respuesta a la pregunta ¿qué es lo que queda? Puede ser respondida fácilmente con la palabra TODO. Quizá es imposible inventar algo totalmente nuevo, somos herederos de un pasado de ideas, estrategias y tácticas eficaces que reutilizamos, pero en esas repeticiones siguen ocurriendo cosas nuevas, soluciones nuevas a problemas nuevos y la opción perenne de transformar a voluntad nuestro cotidiano y nuestro entorno como parte de las actividades colectivas. Un sin fin de historias del arte se escriben paralelamente, llenas de esperanza que no hace reflejo en las versiones oficiales. Más allá de las estrategias de la industria y las instituciones culturales persiste el deseo rebelde y transgresivo por romper con tales mecanismos impuestos, de no formar parte en dicho aniquilamiento; persiste la satisfacción de saber que hay hombres y mujeres que hacen, incluso en estos tiempos. Después de reconocer que occidente ha agotado sus temas y que las ciudades en cualquier parte se han vuelto la misma imagen, pienso que hay que arriesgar en busca de nuevas investigaciones que hagan hincapié en resultados diferentes. Para la sociedad en general lo que queda por hacer está muy claro: la construcción de experiencias colectivas autogestivas y no mediadas. No importa de qué artes o propuestas se trate, si aún se considera a lo artístico como algo muy semiótico, interesado en lograr nuevos símbolos, entonces queda recordar que un signo, o mejor su interpretante, se entiende también como una “acción” o un “pensamiento”, y ya no sólo una “cualidad de sentimiento” –la que se queda en una exhibición-. Es decir, también las artes están para denunciar alguna ideología –una ‘exposición’-, o prestarse para una utilidad (aparte del mero goce, el entretenimiento o la recreación) o para alguna memoria, cifradas respectivamente en tecnologías y conocimientos.
En fin, ¿qué queda? Por el momento la posibilidad de articular el asunto del remanente en la diferencia surgida entre la confrontación de varios otros –entre los que como ciertamente otros nos hicimos por algo comunes: lo que sea el arte hoy–, y consiguientemente, en la capacidad de seguir haciendo desde dicha atmósfera de la diferencia –muchas veces pasajera–. También la idea de trueque entre artistas es muy precisa para recordar la utilidad y riqueza del diálogo. Tal vez deberíamos esperar a que el encuentro pasara, que quedara atrás como un árbol o estación en el camino, para poder pensar auténticamente lo que pudo haber quedado. Mucho dependerá, tal vez, en querer que algo quede. Así como ver si lo que queda tiene fuerza para permanecer.
Las clínicas sirvieron como acercamiento para redimensionar nuestras propias prácticas como productores. Porque quizá sucedió que, como lo menciona el colectivo La Société Anonyme en su manifiesto Redefinición de las prácticas artísticas, la impulsión pública de la circulación de la obra (efectos de significado, efectos simbólicos, efectos intensivos, afectivos), estaban relacionados menos con los objetos artísticos mostrados, más con la producción de sentido. Eso, pensé al final de las sesiones, nos queda: la búsqueda intensa de algo que intente habitar lo que en lo cotidiano aparece como anquilosamiento, como convención obligada, como intento lapidario de fatalismo. Más allá de ello, una sensación: la frescura en las intensidades vitales de los proyectos. Las distintas melodías del deseo… Nos queda que nos quedemos…


TEXTO: Gitte Daehlin, Felipe Nuñez, María Belén Moro, Abraham Cabrera, César Cortés, Colectivo Jokus, Helena Fernández-Cavada Romero, Claudia Cristain, Marco A. Rodríguez, Miki Guadamur, Julio García Murillo, Cristian Campos, Vladimir Aceves.
Edición: Andrea Ferreyra
.
MAYO DE 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola !!!!
como estas? ya tenia mucho que no te visitaba, quedo bien el texto, no?
que nuevos proyectos traes, heee? no te hagas dimeeeee!!!!

un abrazo